Évariste Galois (1811-1832) nació en el seno de una familia que hoy en día calificaríamos de progresista, y tuvo que sufrir cuando aún era niño el suicidio paterno, debido sobre todo a la maledicencia de un sacerdote, que llevó su inquina hacia el padre de Galois hasta a dedicarle unas coplillas malintencionadas sobre la honestidad de su esposa, en un episodio más bien odioso.
Galois creció en un ambiente inconformista, y en sus estudios demostró tanta inconstancia en ciertas materias como genialidad en matemáticas. Su trato, sin embargo, no era fácil, y la matemática Sophie Germain (1776-1831), que llegó a conocerlo, no habló precisamente muy bien en sus escritos del carácter, despótico e insultante, de Galois. El joven Galois ejercía de revolucionario activo y era furibundo enemigo de la Iglesia y adversario de la monarquía borbónica de Luis Felipe de Orleans.
Las facultades matemáticas de Galois le reportaron la admiración y la protección de su profesor Louis-Paul Émile Richard, el mismo que muchos años después sería maestro de Charles Hermite (1822-1901). A lo largo de su vida escolar, Galois manifestó unas aptitudes que a sus profesores debieron de parecerles casi insultantes, sobre todo por su actitud entre desafiante y soberbia. Desoyendo los consejos de muchos, presentó su candidatura a la École Polytechnique con un año de anticipación, a los 17 años; no fue admitido. No obstante, se sobrepuso escribiendo una memoria sobre las ecuaciones algebraicas, que entregó a Cauchy, quien dijo que se la comentaría; nunca sucedió. Existen diversas conjeturas sobre este episodio: quizás Cauchy la extravió entre sus muchos papeles, o quizás le pidió a Galois que la desarrollara y ampliase (difiriendo su presentación a la Academia de París). No se sabe con certeza la verdad.
Galois volvió a sus estudios y a las matemáticas, y se presentó por segunda vez al examen de la Polytechnique. Esta vez las cosas fueron peor: uno de sus examinadores era particularmente inepto y sus preguntas, que no venían a cuento, exasperaron a Galois. Todo terminó cuando el examinado le arrojó un borrador de la pizarra al examinador. Como es de suponer, el joven fue rechazado en segunda instancia. Quizás la coincidencia de la época del examen con el suicidio paterno contribuyó al lamentable desarrollo del incidente.
Cerradas las puertas de la Polytechnique, Galois presentó sus credenciales a la École Normale, donde fue admitido por sus espléndidas notas en matemáticas. Resumió sus estudios sobre las ecuaciones en una memoria destinada a competir en el Grand Prix de la Academia de París. El secretario de esta institución era el eminente matemático Joseph Fourier (1768-1830), que se llevó la memoria para estudiarla en su casa... y falleció, frustrando las esperanzas de Galois.
Un hábito de comportamiento propio de aquella época que hoy en día nos parece rechazable es la "afición" a los duelos. Se consideraba una falta de hombría (por fortuna, ya no es así) rechazar un duelo, que se podía plantear incluso entre amigos íntimos por razones bastante triviales. La banalización de esos comportamientos llegó incluso hasta inventar confrontaciones que tenían más que ver con la ruleta rusa que con la custodia del honor puesto en entredicho.
La muerte inesperada de Fourier y el consiguiente extravío de su memoria los atribuyó Galois, en quien muchos detectan una paranoia creciente, a una conspiración del estamento científico causada por la resistencia a aceptar resultados innovadores ideados por jóvenes desconocidos como él, portadores del antorcha del conocimiento. Sus posiciones políticas se endurecieron, y llegó a pasar un mes en la cárcel por un brindis en el que amenazó veladamente a Luis Felipe de Orleans. En el aspecto matemático, la reclusión forzada de Galois no debió de perjudicarle demasiado, ya que su prodigiosa mente no necesitaba siquiera de papel para pensar. Más adelante, por vestir ilegalmente el uniforme del cuerpo de artillería, pasó ocho meses más recluido. Galois se había convertido ya en un exaltado revolucionario y activista.
En paralelo, otro escrito mucho más elaborado fue presentado a Siméon-Denis Poisson (1781-1840), aunque los novedosos conceptos y los errores y agujeros de razonamiento detectados llevaron al propio Poisson a recomendar su rechazo a la Academia y a pedirle a Galois que lo reescribiera dando más explicaciones.
En esta misma época, Galois se enamoró, y se ha especulado mucho sobre la identidad de su amada, a quien estudios posteriores han identificado como Stéphanie Poterin du Motel, hija de un médico. Évariste ya se había visto involucrado en alguna trifulca alcohólica, pero entonces tuvo que aceptar batirse en duelo por cuestiones (supuestamente) amorosas de índole desconocida. Su adversario pudo haber sido Pescheux d'Herbinville, un colega de Galois; algunos autores han pretendido que, tras este duelo, se ocultaba el largo brazo de la policía secreta de Luis Felipe, pero tal eventualidad no parece hoy muy verosímil. Se sospecha que la confrontación era particularmente absurda, pues las reglas del duelo -sólo un arma, elegida al azar, estaría cargada-, desde nuestra perspectiva actual, eran también absurdas.
En las horas anteriores al duelo, Galois se dedicó febrilmente a escribir a sus amigos -y en particular a Auguste Chevalier- una larga carta, plagada de anotaciones del tipo "Je n'ai pas le temps" (No tengo tiempo). En este texto realizó un resumen de sus teorías matemáticas y dio instrucciones de hacer llegar sus ideas a Gauss o a Jacobi, dos hombres que podrían juzgarlas. Quizá Galois pensaba que realmente iba a morir, pero lo cierto es que sorprende y conmueve tal comportamiento.
El día 30 de mayo de 1832, Évariste Galois recibió un balazo en el estómago y permaneció desangrándose en el campo hasta que un labriego se apercibió y lo trasladó en su carreta al hospital. Allí falleció cuando todavía no había cumplido los 21 años.
Chevalier llevó a cabo lo que pedía la carta de Évariste y las ideas de Galois llegaron al mundo, pero éste las ignoró durante años. Fue mucho más tarde, en 1846, cuando Joseph Liouville las resucitó de entre los papeles de la Academia y, rendido de admiración, las hizo publicar por fin con el respeto que merecían en el Journal de mathématiques pures et apliquées. Para esa época, el mundo estaba preparado para acogerlas; la lástima es que Galois ya no estaba en el mundo.
Referencias